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Soy Sandra Boch y dirijo modes4u, un negocio familiar de venta de telas y papelería con más de 10.000 productos. Mi ciudad natal es Bregenz, en Austria, pero nuestra sede estuvo durante quince años en Hong Kong, antes de que nos mudáramos a Singapur. Esta es nuestra historia de la pandemia.
Sandra en su escritorio en la nueva oficina de Singapur
Al empezar 2020, todo el mundo estaba aún aprendiendo cómo se transmitía el virus. Nadie sabía con seguridad si permanecía en los paquetes y los clientes creían que el virus se encontraba, literalmente, en nuestras telas. Por desgracia, mucha gente que quería hacernos pedidos pensó que estábamos en China continental, aunque de hecho todavía no había ningún caso en Hong Kong. En cuestión de días, nuestros ingresos se resintieron notablemente.
Al principio…
El flujo de caja de la tienda se vio tan afectado que estuvimos a punto de cerrar o reducir los salarios, debido al aumento de los gastos del negocio y la disminución del volumen de pedidos. Por primera vez, hablamos de recortes salariales con nuestro personal y todos lo entendieron. ¡Fue súper estresante!
Sin embargo, dos semanas después, el virus se había expandido por Europa. Con las prisas de hacer mascarillas, recibimos una avalancha de pedidos que casi nos sepulta. Estos pedidos para la confección de mascarillas fueron un regalo maravilloso.
Nunca habíamos visto tantos paquetes listos para enviar amontonándose en los carritos, cada vez más alto. Este aluvión de pedidos de telas para mascarillas duró unos dos meses (los mejores de la historia de nuestra empresa). Poco a poco, los pedidos fueron volviendo a niveles normales y evitamos tener que aplicar recortes en los salarios. Pero la siguiente curva estaba ya muy cerca.
En junio, se aprobó una nueva ley de seguridad nacional para Hong Kong, muy restrictiva. El mismo día que se anunció, decidimos marcharnos de allí. Las recientes alteraciones ya habían sido difíciles para nuestra empresa, pero fue esta ley autoritaria lo que nos hizo decidir que no podíamos quedarnos. Hasta me entrevistó el Wall Street Journal sobre los motivos por los que íbamos a asumir este enorme desafío.
Plan de marcha
Dejar atrás al equipo inicial fue muy duro para Alan y para mí, que los considerábamos una segunda familia. Hablamos personalmente con cada uno de ellos para explicar qué estaba sucediendo y los porqués, avisándoles con unos meses de antelación para que nuestra decisión no les pillara por sorpresa.
A la hora de elegir destino, teníamos que considerar muchas cosas. Naturalmente, nuestra mayor prioridad eran las perspectivas de negocio. Las cuestiones a tener en cuenta incluían: idioma hablado en el país, inscripción de la compañía, gastos de envío a otros países, existencia de un centro logístico, disponibilidad de mano de obra y salarios, alquiler de oficinas y gestión tributaria.
Desde un punto de vista familiar, examinamos los alquileres de viviendas, la disponibilidad de centros educativos y los costes, y si el entorno era acogedor y amable para familias. Revisamos casi todas las capitales de Asia y, finalmente, nos quedamos con Taipéi y Singapur. La balanza se inclinó a favor de Singapur por la ventaja que me suponía el idioma, ya que casi todo el mundo habla inglés aquí.
Yo me mudé primero a Singapur, mientras Alan se quedaba en Hong Kong y cerraba allí la oficina y el almacén. Esto fue delicado porque los vuelos y los barcos mercantes sufrieron retrasos a nivel global. Tuvimos que fijar un día de cierre oficial del almacén y, a partir de ahí, solo podíamos empacarlo todo. Resultó ser todo un número de malabarismo porque, técnicamente, el negocio seguía funcionando, pero ya no podíamos despachar pedidos.
Turbulencias en plena pandemia
En Singapur, busqué un lugar donde instalar nuestros nuevos locales, almacén y oficina. El problema fue encontrar un espacio lo suficientemente amplio. Las opciones eran limitadas porque las empresas de Singapur habían trasladado aquí su producción, ya que la frontera con Malasia, donde operan habitualmente estas fábricas, estaba cerrada por la pandemia. Muchos de los locales más grandes ya estaban ocupados.
Cuando nos decidimos por el actual almacén, no esperábamos que estuviera desprovisto de todo. La mayoría de los locales que veíamos ni siquiera tenían electricidad o preinstalación de luz. Los costes iniciales fueron más elevados de lo previsto.
Además, nuestras cosas aún no habían llegado. En Hong Kong, habíamos hecho un gran esfuerzo por empacar cuidadosamente productos y estanterías, y todo se envió a Singapur en contenedores. Debido al COVID, el cargamento permaneció varios días en un puerto de Malasia, porque dicho puerto tenía superada su capacidad operativa. Cada día se nos hacía eterno porque no podíamos saber cuándo se movería. ¡La idea de que se quedara allí indefinidamente nos agobiaba!
El hecho de no poder resolver las cosas en persona lo hacía todo más difícil. Teníamos que cumplir cuarentenas en casa, con normas y reglas que se alteraban continuamente. Una y otra vez tuvimos que cambiar vuelos para adaptarnos a nuevas regulaciones.
Sandra con Alan
En el último momento, modificaron los requisitos de entrada a Singapur para Alan, mi marido; todo un sobresalto, porque de repente tenía que volar un día antes según las nuevas directrices. Si no conseguía reunirse con nosotros aquí, estaríamos incapacitados… ¡casi todas las situaciones nos hacían sentir como si pisáramos arenas movedizas!
Tuvimos muchísimo que hacer antes de contratar por fin a los primeros empleados y organizar las reformas, y todo resultaba aún más abrumador con el constante cambio de normas provocado por la pandemia. El día a día era un rosario de preocupaciones para nosotros, los adultos, por no mencionar el enorme trastorno que suponía para nuestro pequeño Mason.
Mason asleep on boxes
Por fin, el confinamiento también llegó a Singapur. No podíamos reunirnos con mucha gente de una vez, algo que dificultaba la contratación de personal para los puestos prácticos, manipulativos, del almacén. Al mismo tiempo, teníamos que calcular cuántos empleados podían venir a trabajar presencialmente. Las limitaciones impuestas constituyeron un tremendo desafío, porque el sistema era nuevo para nosotros.
Empezar de cero
Estando todo en inglés, la cuestión del idioma me resultó de gran ayuda. Al llegar yo primero y empezar a negociar la renovación y el montaje del almacén, podía entenderme con los trabajadores de la construcción, algo impensable en Hong Kong, donde nadie hablaba inglés. Para mi sorpresa, ¡incluso podía hablar con los repartidores!
Quería apoyar a la comunidad local y contratar mamás. Sabía lo difícil que es encontrar un trabajo a tiempo parcial y tener esa flexibilidad siendo padres era casi imposible. Deseaba realmente reproducir nuestra atmósfera original, amistosa y familiar, y crear un equipo alegre y laborioso.
Afortunadamente, en el transcurso de 2021 logramos contratar un nuevo equipo competente. Tras un montón de pruebas y aprendizajes, la oficina y el almacén de Singapur funcionan con relativa soltura. Recientemente, incluso hemos superado otros desafíos, como la nueva y confusa facturación del VAT por importación en la UE.
A causa de la pandemia, muchas cosas que, supongo, habrían sido sencillas en la vida normal, se complicaron enormemente. Al principio, fue duro de veras porque surgían problemas sorprendentes, que no podíamos haber anticipado. Por ejemplo, habíamos buscado un almacén que estuviera cerca de una oficina de correos pero, tras arreglar el local, descubrimos que SingPost, el servicio postal local de Singapur, únicamente admite envíos masivos en una sola ubicación. Así pues, ¡tuvimos que buscar transporte para llevar diariamente nuestros paquetes a esa oficina de correos en particular!
Seguir adelante
Montaje del nuevo almacén en Singapur
En la actualidad, todavía estamos atravesando una jungla de retos logísticos, por la escasez global de contenedores de mercancías. El coste de los envíos desde EE. UU. se ha incrementado en más del doble y los cargamentos tardan mucho más en llegar, así que sigue habiendo incertidumbre respecto a los plazos de reposición.
A pesar de este escenario y del resto de dificultades logísticas generadas por la pandemia, nos las hemos arreglado para traer nuevas telas, artículos de papelería y juguetes en miniatura. En 2020 dedicamos más de medio año a preparar la mudanza y hemos pasado casi todo 2021 ajustando nuestra empresa a la forma de operar en Singapur.
Espero que en 2022 podamos, por fin, asentarnos un poco más y conseguir que el negocio funcione de nuevo con un ritmo verdaderamente estable. Cuando eso ocurra, podremos centrarnos en nuevas historias que contar y compartirlas otra vez con nuestra comunidad. Tendremos tiempo entonces de volver a crecer mientras seguimos atendiendo a nuestra clientela, de todo corazón.